En sus 41 años de vida, Anuar no había visto jamás algo parecido. Mientras miles de personas entraban en Ceuta en las últimas horas, debido a la presión migratoria que está ejerciendo Marruecos sobre España, las tiendas echaban el cierre y las empresas de reparto interrumpían sus rutas, preparándose para reformular la última milla.
Así lo relataba Anuar Amin, repartidor de Tipsa en Ceuta que, a pie de calle, contaba a C de Comunicación que la incertidumbre había inundado la región. Los paquetes comenzaban a acumularse mientras Amin, sorprendido por la situación, narraba cómo las tornas habían cambiado.
Si bien antes eran los comercios los que llamaban solicitando información sobre sus envíos, ahora era él el que tenía que ponerse en contacto con ellos para saber si las empresas iban a querer recibir sus pedidos.
“El 95 por ciento de nuestros clientes han cerrado y ahora hacemos entregas concertadas”, explicaba. Así, mientras algunos locales habían decidido posponer la recepción de mercancías, otros abrían única y exclusivamente para guardar los paquetes y volver a echar el cierre.
Una operativa adaptada al contexto
Una vez las compañías habían aceptado recibir sus envíos, Anuar y sus tres compañeros se ponían en marcha. Al llegar, uno de ellos se quedaba en el interior del vehículo al tiempo que otros dos realizaban la entrega. Mientras, el trabajador restante se encargaba de vigilar la carga.
En lo que respecta a los pedidos acumulados, para el operario de Tipsa esto no supone un problema a priori, ya que cuenta con un almacén de 900 metros cuadrados en los que puede acumular el equivalente a un mes de operativa.
Sin embargo, alertaba, una vez la normalidad vuelva a las calles de Ceuta, este evento tendrá su reflejo en la última milla, que sufrirá un descuadre de hasta 10 días, obligando a los repartidores a trabajar hasta 11 horas al día para retomar el ritmo.
Impacto, a pie de calle
En lo que respecta a otras operativas logísticas, la Autoridad Portuaria de Ceuta aclaraba ayer por la tarde que todo se mantenía en una relativa normalidad, con la excepción del refuerzo de la seguridad presente en el enclave.
No obstante, al igual que Boluda, la autoridad ha aclarado que los barcos siguen saliendo y entrando, por lo que el reflejo de esta crisis se ha dejado notar sobre todo en el último eslabón del sector, la última milla.